Mi asesino lo dijo al sacar la
esquirla de mis oídos, la plaza roja
del cuerpo odeaba el ultimo
suspiro maldito. Sin tiempo de brindar:
los policías preguntan con la soga
al hombro, se agotaron los andantes,
y risas por las casas.
¿Qué nos ha quedado después de una milla
con tu carne en mis suelas?; con tus uñas
en las calcetas,y con el corazón engomado
y la nariz destapada por el cristal de tu
humor. Querida, te quedaste atorada
a la mitad de un pecho equivocado.
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