No éramos los mismos,
ni aun cerrábamos los ojos
frente al espejo,
un oasis de nostalgias
en los párpados,
cantando en los bares hasta
el ultimo peni,
tiritando con las piedras
cada sombra,
y dibujándole a la luna sus lágrimas,
no éramos los mismos,
ni aquellos tontos de entonces,
ni los de hoy mismo
que vamos de la mano
cantándole al oído de
las sombras nuestros amores...
Un segundo que ya existe,
regresando a sonar en el pulso una vez menos,
saciando sus dudas y
volviendo con denuedo,
allá donde termina su jornada,
entre engranes suizos y baterías chinas,
nace la hora que no vivirá de nuevo.
Las mejores noches que recuerdo
son boca arriba con las lágrimas
entre mis alas.
Jugamos a los dados con el destino cada noche.
a Martha H.cuyasnoches, siemprehan sido eternas.
Madre sí tuviera un deseo perpetuo y adamantino,
demandaría cantar tu nombre hasta nacerte
y escribirte las mismas noticias desde esté pecho.
En el destierro insular del bar
apagan la Feria del Absurdo
al sonar del último
moribundo engaño
de sus lágrimas
ámbar
y enmohecidas;
sombra destejida
invocando labios
marchitos de lunas;
descobija mis noches
en sus botellas escarlatas
fermentada
y odiándote ruego morirte
mi devenirse descalzo
sin nosotros y
sin mí recordando;
reviviendo sin pausa
a cada trago acompañando
a Villarrutia nocturno mudo
a la camarera de los incautos.
Siempre
es una constante de
fracciones de
eventos
que quizá
nunca sucedan.
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