Querer es una condena sin prisión,
un sentimiento sin verdugo,
querer es una noche anónima,
después de regalarle a las sombras
la piel de la luna, arrancarle las pestañas
a las piedras, mudo te pierdo,
querer es olvidar la llave de la razón.
Me dueles después de la media noche,
y quizá antes que amanezca,
como una sonrisa que entre mis brazos
tus lágrimas arrancaron a pedazos
el corazón que latía por los dos...
Desperte y me di cuenta que el día
no se detiene con las cortinas,
que para olvidarte necesito otras estampillas
para mandarte mi estupido corazón a la
cama donde despiertas.
Detrás de mi espalda no me quedan
fuerzas para salvarte de mi pecho,
mirándote los labios y tu olvidando mis besos,
el suspiro breve que jugaba con nuestras almas,
no pudo con nosotros.
Los cuentos deberían terminar de otra forma,
con un dragón que salve al caballero del olvido
de la princesa, y no sé a donde nos llevara
este final y lo prefiero más que esta mañana,
una igual de siempre que será la misma sin nosotros.
Acaricio tu ausencia mientras te extraño
y no porque me hagas falta,
simplemente no quiero dejarte ir.
Te digo adiós y para decirlo,
le he dado vueltas a los rincones
de nuestras fotos, a las frases que
dedicaba en mi pared, a tus labios
de papel, te digo adiós, como se
despiden algunas estaciones, como
un solitario bebedor que lleva a su
casa la botella vacía después que
lo han sacado a punta de pie del bar,
donde cantaba con la guitarra de llanto
su destino, así vas conmigo.
Me despido y tal vez nunca te olvide,
y tal vez nos amamos demasiado,
o quizá no fue suficiente.
Te digo adiós, con el mismo pecho
que te sigue amando, que nunca volverá
amar igual sin ti, y te diré adiós para
siempre, aunque siempre piense en ti.
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