Hay trenes que transitan lentos y cercanos,
despidiéndose desde las ventanillas con
rostros de amigos, de padres, hermanos.
Con manos envejecidas, en la mañana pronta,
en el nocturno esperado. Con el aullido del
tranvía a manera de saludo, el maquinista
reconoce nuestro semblante, inclinando el
cuerpo con respeto, ha prometido volver.
-Nuestro vagón viene cerca- lo he pensado
tranquilo. Mientras avanza por la neblina
mis promesas y adioses. -Algún día- sospecho,
con las mismas facciones de pasajero mirando
al andén en aquella hora incierta, ese tren que
ahora lejos no regresa, partirá con nosotros
sin ningún equipaje.
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