Esas eran las últimas sombras que
deshabitaban al viejo Álamo que
puntagolpes, filos, llantos, guerrillas,
y sangre, lograron exiliar del otro lado
para darle paso al pavimento, y al
cemento; esas ramas moribundas del
suelo, eran amigas de aquellas aves que
habían emigrado hacía tantos años, y
ahora, nadie las recuerda.
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