Cuando nos hiera la muerte,
y tu mi amor te despidas,
nos habrá tomado de la sombra
de nuestras manos el olvido,
con una copa de tu boca diré
adiós a cada nombre con que
te llamo, a cada cuerpo tuyo con
el que te animaban con todo el
dolor que lleva el libro de tus
muertos, que escriban en este
pecho: renuncio a no tenerte,
debajo de esta piedra un corazón
desafinado le escribe versos al
silencio, y así mi cariño, cuando
esta poesía de guerrillas,
brindaremos por nosotros con la
yugular sedienta y los ojos profundos
donde las olas desaparecían,
descansan las interrogantes piernas
del polvo, en pie cruzando al enemigo,
en las oficinas, en el centro de gobierno,
llorando asesinatos por las orejas,
por la boca, por la cabeza, aullando
tus hijos pegados a la pared del
vecino, y en la calle el lodo verde de la
sangre, el drenaje falso de tus alfiles,
este escalofrío ahogado con coraje
y pasión, decapitan todo lo que te
extraño y ahora Muerte, tatuada en
mi espalda, muerde mi parpados,
mientras tu mi amor, quieta,
te hundes en tu vida.
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