A Glenda, entre farmaciasy pastillas para el olvido
Dentro del coctel de ropa vieja,
anciano recuerdo mareado con el
café cargado de la mañana, se te
escuchó en el pecho una bolsita de
espejos rotos, y sus orejas dibujaban
una sonrisa ciega, algunas ocasiones
se digerían antes del almuerzo
las noticias de tus bocas, pero a estas
horas se han atorado en las aduanas
del olvido, tu cuerpo. Se acaban las
madrigueras de las flores del verano,
surcado de palomas frescas de nosotros,
un ramillete de crueles canciones, y
un callejón sin rima se ha desintoxicado
con las fotografías de tus manos,
estoy rasgando como un bolero tu espalda,
donde no suena tu corazón,
corazón te has muerto sin conocerte y
has arrancado el rostro de esta mujer
con la que duermo sin nombrarla,
la has llenado de besos y no sabes
que es una maldición tenerla sobre la mesa,
que está en donde y con quien sabe que hombre,
que no sabe ni en que bar coincidió nuestra
primera copa, corazón que no quieres, que
renuncias, corazón que proscribes bajo una
servilleta el labial y su numero telefónico,
corazón que odias y que descansas en mis
ojos una nota de velas agotadas de ti,
escondida en no se que parte de esta cocina
de lujuria, arruinada por mis bolsillos,
se cansaron las noches con nosotros, corazón,
nos cantaron una serenata entre las dos
y tres de la mañana, cuando aun mi labios
sabían a tu nombre, cuando apenas se alumbraba
tu pelo en la pared que tanto había dibujado
tu mirada, descalzada, estoy nombrándote
a mi modo, vamos, salte de esta recamara de
habanos naufragios entre las
medias rotas de tus muslos, márchate
herida por el paladar del balcón,
que te desfilen las piedras con las
que platicas de mi desventura,
riéndote por los escalones, donde
se acogen las mentiras que sorteamos,
hasta tirarnos a matar con el primer beso
que nos ha sabido a alcohol y hielo, que nos
ha ganado este dolor de cabeza, que cómplice
es tan tuyo como yo debajo esperándote,
tonto corazón, te has enamorado después
del almuerzo.
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