Bitacora de Naufragios
Nunca las sirenas escribieron el mar,
logró la mano de su dibujante el cielo,
y las olas sujetaban la razón
del ir y devenir
su albedrío
sus lagrimas
Cada madrugada, los tripulantes
escuchaban la misma melodía,
el espantoso canto del fracaso,
asesinaban lentamente la musa,
y escaseaban suavemente las estrellas
sujetaban la luna
se encadenaban al silencio,
al brillo fugaz de la suerte,
morían abrazados a la fotografía
de su amada,
como si desde el infinito pasado
ese instante viniera despidiéndose
Su cónclave destino,
moría asfixiado y
las únicas acotaciones
las escribían sobre sus manos,
la luna sonaba las dos de la madrugada
y aun sabiendo que no había mañana
conciliaban su angustia y su desvelo.
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